Proclamación del Olvidado General Martínez.
Sin duda que les
hice daño a muchas personas, nunca fue mi intención. No tengo culpa, tengo la
indulgencia de la Iglesia Católica, ¿qué acaso ya no vale nada?
Nadie me recuerda,
o al menos no muchos. Seguramente solo aquellos familiares de a quienes hice
daño ¿Pero quien más me recuerda? ¡Ni siquiera mi propia clase!
Para más veneran a Monterrosa, ¿Y a mí? Yo fui más que Gerardo Barrios, sin duda fui
quien gobernó esta tierra como ningún otro. Nadie se acuerda que purifique esta
tierra, nadie se cuestiona las cosas que hice, ni siquiera por joder. Es como
que me hubieran olvidado de mí, en la peor manera posible.
Tanto que hice para
perpetuarme en la mente de todos y cada uno de los buenos ciudadanos, y sin embargo
siguen recordando a revoltosos que perecieron bajo mi mandato: Martí, Luna,
Zapata… ¿Quién putas son ellos comparados con lo que yo hice por este país?
Nadie se acuerda de
mí, nadie me venera, no sé que hice mal, seguí la forma autoritaria, la mezcle
con un estado cafetalero, eliminé una raza, legitimé militarmente a la
oligarquía salvadoreña, me congracié con quien pude, corte las manos de los
amigos de lo ajeno, cure a mi hijo con pócimas azules, creí en los masajes para
los pies y sobretodo nunca robé. Hice todo lo que me dijeron que hiciera y lo
que me enseñaron también.
Quisiera que se
acordaran de mí. Fui un presidente, un dictador, un estadista, un
revolucionario, un progresista, un genocida, un magnicida, sobreviví a dos
emboscadas pero al final… me vencieron. Me deslegitimaron, los poderosos, los
que de verdad mandan, mis titiriteros. Y convencieron a mi público, los
convencieron de que yo no era quien para estar enfrente de ellos, convencieron
a los míos a que no aplaudieran, que se quedaran de manos cruzadas, con los
brazos caídos y que me exiliaran.
Vaya títere, nadie
me vuelve a ver.
Pero saben, no
quiero que lo hagan, mi honor militar no me permite rogar ni rezongar. Estoy
adonde mi Mayor me diga que este. Estoy guardado en la sociedad salvadoreña sin
que se den cuenta. Mis efectos siguen haciendo estragos y no hay quien los
enmiende. Me olvidaron a mí y a todos a los que lastime. Vivo en el exilio
junto con ellos. Solo yo los oigo gritar, solo a mí me reclaman, solo a mí me
joden.
Cargo con mi cruz
en este limbo. Rondo la tierra cuzcatleca sin que nadie me haga caso, pero no
voy solo, rondo con estas 32,000 almas que nadie las oye. Ya no aguanto más ¡quiero
que se callen! ¡Alguien hágales caso! Creo que después de tanto tiempo solo se
van con quien las oye. Atiéndanlas, ya no las aguanto. No se hagan los sordos
ante el clamor del pueblo y su sufrimiento. Maldita cruz, malditos titiriteros,
malditas almas y maldito yo que las oigo y las oiré por siempre.
No pude más
Ni idea de lo que está
pasando. Vine, hable con el vigilante, no quise ser el mismo, le salí alegre y
contento. Tan así que le arregle su teléfono. Que bueno encontrarme tan lejos
de mi casa, ya no podía estar más ahí, desperdiciándome. No se porque me siento
mejor fuera de mi cada que en la misma. Ahí me educaron, ahí crecí y creo que
de ahí saldré.
Mi casa es como un
árbol y yo como un fruto. Al madurar habré crecido tanto que mi peso me
obligará a caer al duro suelo de la realidad. Pero siempre recordaré, que el
fruto, a pesar de todo, no cae lejos de su árbol.
Un gusano no dejaba de reírse.
Si hablara de
gusanos me pondría en primer lugar. Esto tiene dos razones, la primera es
porque yo me conozco a mi mismo, se quien soy, se mis desgracias y sé que no
valgo la pena. Segundo, no conozco a nadie más, mi miseria mi egoísmo, mi
narcisismo y mi soberbia me alejaron de todos los demás. Al no conocerlos no
puedo juzgarlos y no puedo tildarlos de gusanos.
Siempre
me ha gustado pensar en el origen de las expresiones. Sé que “gusano” es un calificativo para
representar a aquellos que se arrastran por la tierra y la mierda humana y
animal. Pero yo si puedo juzgar a un gusano, los veo y los conozco, sin embargo
nunca le diría humano a un gusano. Creo que no se lo merece. A la larga, ellos
les sirven más al planeta que nosotros los humanos.
-Basta
papá, deja de hablar tonterías. Ya tan viejo y lo que se pone a pensar.
-Hija,
el viejo sabe lo que habla. No me juzgues por no entender. Me tomó 87 años
saber que un gusano es mejor que un humano, que soy el único humano que conozco
y que soy el peor gusano que existe.
La
mujer se aleja, dejando en su hamaca al ermitaño, mientras contempla como ese
gusano no paraba de reírse.
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