lunes, 7 de noviembre de 2011

De quien creyó en mí

Reseña:
Lo que se presenta a continuación es una muestra del capricho y lo que hacen las ganas de escribir. Difiera a la tónica normal del Blog más sin embargo es para que,  si alguien se siente identificado, por ser sujeto u objeto, lo disfrute. Es una reflexión de lo que significa el aprecio y el agradecimiento. 
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Mucha gente ha sido capaz de creer en mí, en lo que hago, en lo que me propongo y en lo que sueño. Muchos me dan sus palabras de alientos y unos pocos me ofrecen ayuda en mis locuras, son todavía menos los que contemplan el mismo ideal y son contados con la mano izquierda quienes me han apoyado de corazón contra viento y marea. Pero solo ha habido una persona que englobo para mí un fin y un medio, solo una persona pudo ser apoyo moral, en las buenas y las malas y a la misma vez fue un sueño y una meta para mí. Era y es una ambigüedad para mí.

Su recuerdo es como la sombra, aparece cuando amanece, a medida pasa el día ronda por mi derecha, mi izquierda, arriba, abajo -debo decir que de una manera un tanto caprichosa- y en la noche esa sombra lo engloba todo, es omnipresente y no importa si advierto -o no- que todo es sombra. Si enciendo una luz puede que se minimice, pero al final, al cerrar los ojos, la sombra está ahí, esta en mí.

Esta persona era para mí como el atardecer; nunca habrán dos iguales. Los atardeceres son una experiencia que procuro disfrutar todos los días. Ver el sol ocultarse tras los relieves del suelo salvadoreño y entre las nubes características del trópico y la humedad nacional, hacen del evento un espectáculo. Hay días rojos, otros naranjas, algunos morados y bien pero bien pocos son verdes. Pero esta persona no es un atardecer cualquiera, sino es aquel atardecer que decidí pintar, aquel que me pareció tan bello e irrepetible -bajo cualquiera de sus criterios- que pretendí retratarlo, dejarlo en mi memoria. Pero como dijo Mario Benedetti: "eres mejor que todas tus imágenes". A pesar de tenerte en mi pintura, en mis términos, me hace falta tu originalidad; aquella propia de ti.

Es como un tatuaje, nunca se quita, puede que lo olvide por momentos o que no viva pensando en que parte de mi cuerpo esta, pero se que si lo busco, me preguntan o simplemente lo recuerdo, el tatuaje adquiere aquel relieve, te pica y dice: "Aquí estoy". Sé que no se borra, sé donde está y por más que quiera, pasa el tiempo y siempre voy a poder verlo. Sea el único o hayan mil más. Sería aquella primera impresión en el cuerpo. Algo de lo que uno esta orgulloso a pesar que se de cuenta lo ridículo que es la idea. Eres indeleble. 

Finalmente puedo pensar que esta persona es como un viaje que hice, es una locación a la que siempre me gustaría regresar, pero esta: lejos, no tengo visa, la cotidianidad me lo impide y me da miedo regresar por sus calles ya que puede que nos sean las mismas que crucé. Las ciudades tienden a evolucionar es parte de la dinámica social. Una Barcelona de inicios de siglo difiere mucho a la Barcelona actual. No es lo mismo la sociedad que veneraba a un Gaudí y al modernismo a una que admira a... bueno ni hace falta decirlo, solo con leer los diarios sabes que se venera hoy en día. No es igual la Roma medieval a la Roma UnHate de estos días. Esta persona termina siendo como los ríos, dinámicos y fluidos. Puede que sea el mismo río de nombre y locación mas sin embargo nunca podré bañarme en sus mismas aguas dos veces. Es un viaje que nunca olvidaré pero es uno que ya fue. Eres inolvidable. 

La persona que cree en mí, está en las potencialidades de muchas personas. Espero llegar a conocer a esta gente y que ellas me conozcan. De nada sirve aprender de alguien si ellos no aprenden de ti. Espero que existan aquellas representaciones del arquetipo que fue para mí. Ya sin darle más largas, esta persona fue inspiración y tormento. Esta persona simplemente eres tú.








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